La palabra “juicio” significa sentencia o decisión. Tal juicio/sentencia, después de la actividad lógica del juez, consistente en aplicar las normas de ley al hecho resuelto por él, puede ser de absolución o de condena. En particular, cuando se habla de “juicio universal” se entiende la sentencia divina final en relación con todas sus criaturas.

¿Cuáles son las normas divinas a las cuales el “juez celestial” se atendrá en el fatídico día del juicio?  ¿Se trata de pesar en una balanza las DEUDAS y los CRÉDITOS madurados por la criatura durante toda su vida, viendo de consecuencia de qué parte pende la balanza?

¿No es la justicia humana precisamente la que es representada a menudo con una balanza? ¿No es esta la mentalidad humana, es decir, mi mapa mental?

Si el pecado no es la acción equivocada en sí que puedo apoyar sobre el plato de la DEUDA, sino más bien la lejanía de mi padre que nace en mi corazón, donde comienzo a desear (a buscar después y a perseguir al final) un equilibrio diferente del propuesto por mi Creador, entonces la sencilla norma divina a la cual se atendrá el “juez divino”  no es otra que su constatación lógica de donde está mi corazón (ver 1ª de Reyes 8:39; Salmos 81:12; Jeremías 3:17, Ezequiel 20:16). ¿Mis más íntimos deseos están en armonía o en contraste con el Creador y su equilibrio?

En otras palabras, el juicio universal divino pintado por la fantasía humana a menudo con colores angustiantes y tétricos, no será otro que una toma de posición del Creador Dios con respecto a mi voluntad de vivir cercano a Él y a su plan armonioso, en vez de lejano e independiente de Él.

Y esta toma de posición/decisión/sentencia traerá como consecuencia el acercamiento a la fuente de vida para siempre, y por lo tanto la inmortalidad, o el desapego definitivo de la única fuente de vida que tiene como epílogo inevitable la no-vida, llamada también muerte.  Por lo tanto, no se tratará de un castigo divino. ¡No! Mi padre, con extremo gozo, en el caso en que encuentre que mi corazón lo desea, pero con profunda tristeza, en el caso de que mi corazón revelase un proyecto diferente e independiente o lejano de Él, tomará la decisión de entregarme al destino que yo mismo he elegido para mí. Un destino de vida eterna, con y junto a Él, o la autodestrucción   al que va en contra y se separa por su voluntad de la fuente de la vida. Sí, también en el momento del “juicio universal” será  palpable el inmenso amor del Creador por su criatura, viendo su gozo infinito por sus hijos pródigos que decidirán volver a casa, y al mismo tiempo notando  su profundo dolor que le marcará el rostro por la “oveja perdida”, a pesar de que la haya buscado, amado y esperado durante toda su vida. Ahora entiendo que solo mi deseo de independencia de mi padre celestial me podrá hacer perder la inmortalidad por la cual mi Creador me había concedido y creado. Su plan es vida… vida ilimitada para todas sus amadas criaturas. La no vida es una elección autodestructiva de la criatura y no del Creador, ideador y garante del libre albedrío.