De los corazones de los ángeles caídos, poseídos,

Prisioneros de las cadenas del mal, elevemos esta oración.

En las profundidades del abismo desesperado,

Buscamos Tu luz, Padre Creador, para la liberación total.

Con cada latido de nuestros corazones rompiéndose,

Invocamos Tu presencia purificadora.

De la oscuridad que nos envuelve,

Anhelamos el toque de Tu gracia.

Reconocemos el virus del mal que nos infesta,

Un enemigo invisible que consume el alma.

Padre, sólo en Ti buscamos el remedio,

Una cura que sana, libera, transforma.

En nuestra caída, tocamos fondo,

Pero en Tu misericordia, vemos la cumbre.

Despierta en nosotros los ángeles que fuimos,

Limpia nuestro ser de toda mancha oscura.

Pasemos por el fuego de la purificación,

Sin temer a la llama, pero acogiéndola como un regalo.

Que nuestro grito de dolor se convierta en un canto de esperanza,

Nuestro encarcelamiento, recuerdo de un pasado superado.

Padre, reaviva en nosotros la imagen divina,

Esa esencia pura que el mal ha nublado.

Haznos nuevamente mensajeros de tu amor,

Portadores de la verdad en un universo envuelto en mentiras.

Concédenos la fuerza para romper estas cadenas,

Levantarse de las cenizas del pecado y volar alto.

En Tu abrazo encontramos libertad y renovación,

La promesa de un nuevo amanecer, luminoso y libre.

Escucha, oh Padre, la oración de estos ángeles caídos,

Que anhelan volver a casa, al reino del amor infinito.

Que esta súplica desde lo profundo suba hasta Ti,

Como una flor que florece en el desierto, signo de vida eterna.

Amén.