Una nueva era de poder

En una época de oscuridad cada vez más profunda, surgen figuras destinadas a combatir el mal con fervor. Estos exorcistas modernos, herederos de tradiciones ancestrales, son faros de esperanza en un mundo atormentado por la posesión demoníaca. Sus hazañas, a menudo narradas en obras épicas y ocultas en rituales cinematográficos, me transportan a un mundo de asombro y admiración profunda y sincera.

Cada vez me siento más fascinado por estas hazañas heroicas y por esos valientes exorcistas que, con fe inquebrantable y ritos sagrados, se erigen en guardianes del alma humana. No dudan en sacrificarlo todo para liberar a quienes han caído bajo la pesadilla demoníaca. ¿Cómo no iba a estar encantada con semejantes héroes, que danzan sobre la delgada línea que separa el mundo real del espiritual?

Sin embargo, estas extraordinariamente largas y agotadoras batallas espirituales parecen contrastar con los exorcismos realizados por mi ejemplo perfecto, Jesús. Mi Estrella Polar (las Escrituras) me habla de los actos en los que Él liberaba a las almas atormentadas con extrema facilidad, a menudo con una sola palabra. Los demonios, aterrorizados, a veces huían incluso antes de que los labios de Jesús pudieran pronunciar una sílaba. Pedían clemencia, asustados por el tormento. Una de esas historias famosas es la de los demonios que, sin dignidad alguna, pidieron a Jesús que les permitiera entrar en una piara de cerdos, apoderándose de las pobres criaturas. Este episodio se ha convertido en un icono de la corta pero poderosísima misión de Jesús en este planeta llamado Tierra.

Pero, ¿por qué, entonces, los hombres de Dios de tiempos más recientes luchan con inmenso esfuerzo y a veces incluso con profundo dolor contra los espíritus malignos, poniendo a veces en peligro sus propias vidas?

A veces, mi fe vacilante busca excusas, refugiándose en la convicción de que enfrentarse a Jesús es inútil, ya que Él es el Hijo de Dios, único e inigualable. ¡Pero eso es una blasfemia! Jesús vino a esta Tierra para ser un faro que ilumina el camino de la humanidad, pidiéndome que lo siga, lo emule y, sorprendentemente, lo supere. Sí, Jesús me desafió y predijo que yo haría obras similares e incluso mayores que las Suyas. Como Hijo de Dios y profeta infalible, anticipó que yo recurriría al mismo poder divino al que Él tuvo acceso durante su vida terrenal. No vino para ser inimitable, sino para ser seguido y superado.

Esta es una verdad extraordinaria, una verdad que hace temblar incluso a los demonios, incluido su señor y comandante en jefe. Todos los demonios, desde los más poderosos hasta los más débiles, tiemblan, tartamudean y sollozan ante esta revelación. Saben, mejor que yo, que este poder divino llama a su puerta.

¡Toc-toc! El Exorcista 2.0 ha llegado, dispuesto a expulsar sin piedad ni vacilación a cualquier demonio que se atreva a cruzarse en su camino, como ha anunciado innumerables veces mi Estrella Polar.

Toc, toc, toc… ¿Y si no es el único que continúa este extraordinario legado? ¿Quizás, el héroe que se lanza el primero contra las fuerzas del mal con el mismo poder y autoridad que Dios Hijo Jesús despierte el coraje y la fe en otros fans de Jesús, impulsándoles a seguirle como gemelo espiritual de Jesús?

Observando el mundo que me rodea, veo cada vez más exorcistas poderosos despertando de su letargo espiritual en todos los rincones de nuestro planeta. Este ejército está impulsado por una fuerza omnipotente, alimentada por la misma fuente creativa y divina de la que se nutrió Jesús durante su misión terrenal.

Ahora, me encuentro frente al majestuoso palacio del mismísimo Príncipe de la Matriz. Me acerco a la entrada principal y llamo a la puerta. Toc-toc.

P.D. Estas son las señales que acompañarán a los que han creído: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en nuevas lenguas, cogerán {en sus manos} serpientes, aunque beban algún veneno no les pasará nada, pondrán las manos sobre los enfermos y sanarán.

(véase Marcos 16:17-18)