El príncipe de Matrix, el cual de frente al Creador omnipotente sabe que solo es polvo, esconde su nulidad detrás de una imagen de violencia, crueldad y maldad. Todo por parecer fuerte. En realidad se trata de una muestra de debilidad por parte de quien no tiene ya la valentía de reflexionar, de esperar, de amar… en definitiva, de revertir su propia ruta.

Del mismo modo la seducción del mal no es otra cosa que la ilusión de los débiles que en la violencia se creen ser fuertes. Y cuanto más crece el ejército de los débiles, más seduce esta ilusión de modo engañoso, incluso a tantos supuestos fans de Jesús. En el fondo, esta es la seducción del espíritu rebelde.

Matar y destruir al prójimo son actos contra la creación divina y contra la vida misma. Y estando la creación divina fundada sobre el respeto y tutela de la vida y sobre el amor recíproco, el mal prefiere plasmar el mundo a imagen y semejanza de su propia debilidad, en vez de acercarse al bien. La banalidad del mal es todavía hoy la clave de lectura de las barbaries perpetradas por mi sociedad postmoderna.

Pero el bien es fuerte, increíblemente poderoso… ¡ invencible ! El mal es débil, banal… mortal. Y esta muerte pronto lo engullirá. mientras el bien reinará indiscutiblemente por la eternidad.