¡Escuchen, islas cósmicas y pueblos de los confines infinitos del universo!

Incluso antes de ser tejido en el vientre de mi madre, el Creador del Infinito me llamó por mi nombre, trazando el destino del universo a través de mi ser. Con una palabra, transformó mi voz en un rayo de luz pura, capaz de atravesar la oscuridad, y me envolvió en la sombra de su mano todopoderosa, convirtiéndome en su heraldo invencible.

En mí ha infundido la esencia de una flecha perfecta, escondida en Su aljaba cósmica, lista para ser disparada en el momento decisivo de la historia, para irradiar Su gloria a través de las galaxias.

Me encontré navegando en un océano de dudas, sintiendo como si mis energías se disolvieran en la inmensidad de la nada. Sin embargo, en lo más profundo de mi ser, sabía que cada una de mis respiraciones estaba sincronizada con las premoniciones de mi amada Estrella del Norte, que mi verdadero valor y recompensa se guardaban en el corazón palpitante del Arquitecto de Todo.

Aquí estoy, forjado por nuestro Padre que está en el cielo como su estrella guía, enviado a reunir los fragmentos de existencia esparcidos a través de los límites de la creación. Él me ha elevado más allá de la mera noción de siervo, designándome como un faro para las naciones, un ejecutor de la salvación que se extiende más allá de las estrellas.

En mi viaje me encontré con la mirada de mundos que me despreciaban, civilizaciones que me rechazaban, seres de poder que me veían como una amenaza. Pero la promesa que me hicieron a través de la Estrella Polar fue tan clara como el cristal de las nebulosas: reyes y príncipes, sistemas y galaxias, se alzarían en mi honor, reconociendo la firma del Infinito sobre mí.

En el momento señalado de la eternidad, el Arquitecto y Creador del Universo habló, prometiendo responder a mi llamado en el tiempo de la gracia, sostenerme en el día de la salvación universal. Me ha ungido como guardián supremo de la alianza divina, con el sagrado encargo de elevar los mundos arruinados, anunciar la liberación a los espíritus atados y conducir a las almas errantes hacia el amanecer de un comienzo nuevo e inmutable.

Bajo la guía divina, ningún ser sufrirá el hambre del cuerpo ni la sed del espíritu, ni será golpeado por el espejismo de la ilusión ni quemado por el sol del olvido. Y me convertiré en el timonel que guiará a las almas por caminos espirituales hacia santuarios de vida inmortal, transfigurando cada abismo en senderos luminosos.

Desde el horizonte de sucesos hasta los confines del universo observable, seres de todas las razas convergerán, unidos en la celebración del renacimiento universal, dando testimonio de la compasión ilimitada de nuestro Padre hacia Sus hijos, gemas preciosas de Su magnífico diseño original.

Incluso frente al agujero negro que parecía tragarse la esencia de la creación, llevaba la certeza inquebrantable de que ningún hijo del Todopoderoso puede ser olvidado. El nombre de cada una de Sus criaturas angelicales y humanas está grabado en las palmas de las manos de nuestro Padre.

Entonces, mientras las galaxias bailan en armonía, mientras nuevos mundos florecen de las cenizas de las estrellas moribundas, proclamo: La esperanza en nuestro Padre Celestial es el faro que guía a través de las tormentas de la existencia, el poder que libera a los prisioneros de las cadenas de la desesperación, y la canción que celebra la victoria del amor sobre la oscuridad.

Soy el mensajero de la aurora eterna, el heraldo de la luz divina que todo lo renueva.

(ver Isaías 49, Apocalipsis 2:26-28, Mateo 17:11)