El reino que estableció Jesús hace dos mil años sobre la tierra fue lo opuesto del que sus supuestos fans deseaban. Aunque era el Príncipe de la paz, su ejemplo de vida lleno de amor por el prójimo y su mensaje rico de esperanza bloqueó a los fríos observadores de las tradiciones religiosas, los cuales, con tal de no someterse a la verdad, hicieron estallar una “guerra religiosa”.

  • Jesús, que era el fundador y la piedra angular de la iglesia, fue considerado  enemigo y destructor.
  • Jesús, que había dado los mandamientos a través de Moisés en el Sinaí, fue condenado como el transgresor de sus mismos mandamientos.
  • Jesús, que había venido para romper el poder del príncipe de Matrix, fue denunciado como demonio y diablo.

Durante su vida ni su madre ni sus hermanos comprendieron sus objetivos. Ni siquiera sus discípulos lo entendieron. Ninguno en aquellos tiempos entendió su misión y durante su ministerio caminó solo, pero acompañado del omnipotente Espíritu Santo, afrontando con profunda tristeza y férrea determinación la “guerra religiosa” que fue violentamente arremetida en su contra.

Hoy, dos mil años después, ¿dejo yo tambien solo a Jesús, o me alineo con humilde sumisión a su ejemplo moral que me ha dejado en herencia?