La externalización, también llamada outsourcing (palabra inglesa traducida literalmente como “aprovisionamiento externo”) es en economía el conjunto de las prácticas adoptadas por las empresas de recurrir a otras empresas para el desarrollo de algunas fases del proceso productivo. 

En el ámbito religioso el outsourcing también está de moda. Yo que soy según Jesús, dado que soy su fan, un sacerdote del Creador Dios encargado de llevar su mensaje de amor, esperanza y liberación en todo el mundo, he delegado en otros sacerdotes mi responsabilidad personal y no cedible. Contra la voluntad divina recurro a otras personas, llamadas “pastores del rebaño”, a fin de que las tareas que me han sido asignadas de lo alto sean desarrolladas por mis “sacerdotes profesionales entregados al trabajo”

Con mucho gusto me he hecho poner la etiqueta matrixiana de “laico”, etiqueta que me permite sacrificar todo mi tiempo sobre el altar de mi YO. Y lo más embarazoso es que ni si quiera me averguenzo ya de este “outourcing religioso”. Me he dejado embriagar de tal manera con las teorías religiosas matrixianas que ya me parece todo normal y correcto.

Pero los tiempos en los cuales Dios ha tolerado esta mala costumbre han terminado. Han acabado los días de los “vagos que no hacen nada”. Solo los trabajadores “de la empresa de Dios (llamada también viña en las parábolas bíblicas), colaboradores honestos que emplean sus talentos para fines divinos, serán revestidos de la inmortalidad prometida por el Creador, aquel que es el único que posee la inmortalidad (ver 1ª Timoteo 6:16)