Mala tempora currunt, del latín “malos tiempos corren”, es una
frase, a menudo repetida en tono exclamativo, para lamentar la
tristeza del período en el cual se vive o determinadas
circunstancias.
El viejo príncipe se arrastra moribundo entre los muros de su
palacio. Sus pérfidos sirvientes, los demonios, lo ayudan a
mantenerse en pie con piernas temblorosas: una vergüenza ha sido
arrojada sobre su reino que había soñado y construido desde hace
milenios. Sobre la capital de Matrix se ciernen terribles presagios, negros
nubarrones y trágicas premoniciones. Sus seguidores tiemblan, el
miedo acribilla a sus víctimas como una cosechadora despiadada
en las filas del ejército demoníaco. Nadie está excluido, nadie está a
salvo. Diez, cien, mil entran en depresión en las mismas horas en
que el propio príncipe llora sobre el cadáver aún caliente del reino
que diseñó y creó a su perfecta imagen y semejanza.
Los jefes de su ejército, antaño semidivinidades adoradas y
honradas casi tanto como él, se unen al luto. Ahora es un funeral de
estado en toda regla. Todos se golpean el pecho, obligados a
refugiarse en las profundidades del abismo. Es la hora más oscura
en el palacio real de la capital de Matrix. Las huestes de ángeles
caídos piden la cabeza de su “todopoderoso” comandante jefe, la
cabeza que según las profecías y premoniciones antiguas y
modernas pronto caerá. Entonces será el turno de los demonios y
de todas las aves abominables que mientras tanto han buscado
refugio en el abismo. Pero ni siquiera el abismo es lo
suficientemente profundo como para esconderlos y protegerlos de
lo que está a punto de suceder.
Alguien ya ha visto a los cuervos funerarios, al menos algunos lo
juran, volar graznando y lanzarse a las profundidades del abismo en
un suicidio colectivo. El príncipe tiembla, y así toda la pirámide de
poder que había erigido en su honor se desmorona como arena en
el viento. ¿No iba a establecerse oficialmente a la cabeza de este
nuevo orden pronto?
Pero, al contrario, los confines de su imperio mentiroso y rebelde se
están derrumbando como un susurro silencioso, como una ola
intocable, como un tsunami completamente invisible. Y el príncipe
mismo, pronto será decapitado en la plaza principal de Matrix.
El ejército de demonios y espíritus impuros, diezmados psicológica
y espiritualmente por el miedo y debilitados por la vejez que les
recuerda que sólo son criaturas mortales, no tendrán más remedio
que observar impotentes el fin de sus sueños, de su plan
(aparentemente perfecto) y de su propia existencia.
Ahí está: el grito de medianoche resuena solitario pero poderoso
sobre los escombros de Matrix.
Matrix: ¡mala tempora currunt!