Hoy en día cada vez más líderes políticos, económicos y religiosos están en el talonario del Príncipe de Matrix. Mi sociedad local y global está asumiendo cada vez más una forma piramidal en la cual unos pocos dominan a la mayoría. Incluso el famoso faraón Tutankhamon se quedaría impresionado de la pirámide social matrixiana de mis tiempos, una pirámide en la cual las gradas no están construidas con cemento y cal, sino con los cuerpos de los ciudadanos que deberían haber sido los beneficiarios de la construcción misma.

Esta nueva y moderna torre de babel ha puesto todo su poder en la punta, es decir, en una confraternidad restringida, desconocida para las masas, la cual a su vez se ha vendido al jefe supremo de Matrix. Los niveles inferiores están bajo el control del ojo omnisciente de esta pirámide.

Descubro que para ascender en esta pirámide social humana tengo que vender mi alma hasta el punto de pisar a mi prójimo, usándolo como peldaño y alfombra para mi ascensión y afirmación social. ¡Verdaderamente un círculo diabólico!

Pero tal ojo que ama autodefinirse omnisciente pronto será cegado… si, ciego de rabia, porque todos sus esfuerzos resultarán vanos (Apocalipsis 18:2). Y la imponente y mentirosa pirámide matrixiana colapsará en ruinas, sepultando debajo de ella los cuerpos de todos sus ciudadanos que se han vendido a ella (Apocalipsis 18:21)

¿Me estoy yo vendiendo al príncipe de Matrix? Mi ropa puede engañar. Lo mismo ocurre con mi Curriculum Vitae. Y también la pertenencia a una iglesia puede esconder bajo el manto de la religiosidad un alma vendida. Al contrario la prueba de mi carácter no miente nunca. ¿Tiendo yo a abrumar ORGULLOSAMENTE a mi prójimo, pisándolo sin piedad con mi EGO, o lo trato HUMILDEMENTE con afecto, paciencia y corrección?