¿Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana?

¿Cómo caíste por tierra tu que debilitabas a las naciones? 

Tú que decías en tu corazón: “Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alutras de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo”

¡En cambio, te han hecho descender hasta el Seol, a las profundidades de la fosa!

Aquellos que te ven fijan en tí la mirada, te examinan atentamente y dicen: “¿Es este el hombre que hacía temblar la tierra, que transtornaba los reinos; que reducía el mundo a un desierto, que asolaba sus ciudades, y que a sus presos nunca abrió la cárcel?

Todos los reyes de las naciones, todos ellos yacen con honra cada uno en su morada, pero tu has sido echado lejos de tu sepulcro como un vástago abominable, cubierto de muertos a espada, que descendieron al fondo de la sepultura; como un cadáver hollado.

No serás contado con ellos en la sepultura; porque tú destruiste tu tierra, mataste a tu pueblo. No será nombrada para siempre la descendencia de los malignos.

Isaías 14:12-20