Hace ya dos mil años, Jesús predijo la caída y el fin del antiguo portador de luz. Sus palabras son un testimonio inequívoco: “Vi a Satanás caer del cielo como una descarga eléctrica que golpea el suelo con efectos sorprendentes y aterradores” (Ver Lucas 10:18).

Pero una vez que se estrelló gravemente en la tierra, ¿qué le habría esperado según la premonición de Jesús? Un ejército de fans de Jesús, a quienes el Dios Creador les daría el poder de vencer sobre demonios y diablos, incluyendo todo el poder de su comandante jefe.
Y siempre con la misma premonición, Jesús hace a sus fans una promesa absolutamente aterradora para el príncipe de las tinieblas: “¡Nada ni nadie puede hacerte daño!” (ver Lucas 10:19)
El querubín que había sido creado inmortal, fue despojado de esa inmortalidad convirtiéndose en un mortal ordinario.
El protector, una vez símbolo de la belleza y la perfección celestiales, fue privado de esta magnificencia, convirtiéndose en un ser deforme, desgarbado y desagradable en total discordia con el equilibrio creativo divino.
El ángel una vez revestido de una potentísima luz divina, se vació de este resplandor, convirtiéndose en un alma negra ahora cubierta por la sombra de la muerte.
¡El príncipe quedó desnudo!
PD: Sin embargo, no quiero alegrarme porque los espíritus se me hayan sujetado, y tampoco porque el orgulloso príncipe se ha quedado desnudo, sino que me quiero alegrar porque mi nombre está escrito en el libro de los cielos. (Ver Lucas 10:20)