Mientras las iglesias parecen cada vez más poderosas e imponentes exteriormente, los llamados “fieles” se dispersan. En el interior de estas catedrales la voz resonante de los líderes religiosos penetra en cada ángulo, excepto en los corazones de las pocas almas que todavía buscan allí refugio y esperanza.

Yo mismo me siento un renegado, un traidor y un blasfemo. ¿Pero es esta verdaderamente la casa del Dios de amor que he conocido desde mi niñez? ¿No estaba Jesús rodeado principalmente de prostitutas y ladrones… por renegados como yo? ¿No les ofrecía también a ellos su afecto, amor y perdón, además de panes y peces? ¿Dónde estaba en cambio la mayoría de los sabios de sus tiempos, con Él o en contra de Él?

¿Pero soy yo verdaderamente le renegado, el traidor y el blafemo del Dios Creador? Sí, soy un renegado. Soy un ciudadano sin casa. Soy un esclavo sin salvador. Soy un hijo sin padre. Esta es la verdad de Matrix. ¡Pero la verdadera verdad es, agradeciendo a Dios, otra diferente!

Jesús, el Maestro y líder de los renegados, me dice hoy: “Bienaventurado tú, cuando (por causa de tu semejanza a mí) te conviertas en el blanco de la “máquina del barro” matrixiana, la cual, mentirosamente, te pintará como un renegado, un traidor de la unanimidad matrixiana, un rebelde subversivo y peligroso. Exactamente del mismo modo han embarrado la reputación de los enviados del cielo antes de tí. Más bien, regocíjate de alegría porque en el cielo te espera la inmortalidad (ver Mateo 5:11-12)

¡Qúe maravilla: soy un renegado que pronto recibirá una corona real sobre su cabeza!