Tras siglos y milenios de absoluta armonía en los cielos y el universo, la rebelión del ángel más cercano (y por tanto más importante) a Dios causa estragos, consternación, incertidumbre y dolor en toda la creación. Y como me cuenta mi estrella polar, un tercio de la raza angélica eligió unirse a la rebelión contra su Creador.

Ante esta crisis totalmente nueva, pero ciertamente no sorprendente para el Omnisciente, mi papá reaccionó con calma, paciencia (más allá del límite de la comprensión humana), amor (tratando de recuperar a su querida oveja perdida hasta el final) y sobriedad.

En el caos que poco a poco se va gestando en los cielos y en los planetas habitados de todo el universo, el Dios creador parece casi despreocupado, dejando que Lucifer recorra toda la creación difundiendo sus tortuosas mentiras en busca de seguidores dispuestos a ponerse del lado de su rebelión. A lo que el Todopoderoso dedica su meticuloso cuidado y atención es a la creación de una nueva raza: el hombre. Y el gran e ilimitado amor y la inmensa importancia de tal nueva criatura es subrayada por el hecho de que ESTA criatura es creada por ÉL a SU imagen y semejanza.

Hoy en día me cuesta entender el shock que invadió a Lucifer al ver a Adán y Eva en toda su perfección y semejanza al Dios Creador Todopoderoso. ¿No había sido hasta ese momento, y durante milenios, la criatura más magnífica, resplandeciente y todopoderosa? ¿Qué tenía en mente el Dios creador con esta nueva raza, creada justo cuando él, la criatura más cercana al trono del Todopoderoso, se había rebelado abiertamente y se había opuesto al Eterno?

Para una criatura inteligente como Lucifer, todavía en la plenitud de sus facultades físicas y mentales (muy lejos del desdichado y cansado príncipe de Matrix actual), la estrategia divina fue inmediatamente clara como el cristal: el Dios Creador estaba preparando su derrota e incluso su sustitución como hijo rebelde por una nueva criatura aún más parecida al Creador que él, que era (todavía…) oficialmente el portador de luz. Así nació el odio en Lucifer hacia Adán y toda la raza humana, contra la que arremetió inmediatamente con una vehemencia furiosa y sangrienta sin precedentes. Y también en ese día comenzó el conflicto sin cuartel entre Satanás y sus demonios contra la raza humana.

Es cierto que la primera batalla la ganó el impostor. Adán (y la raza humana) cayó en su trampa. Pero la guerra sigue su curso, y mi estrella polar me dice con absoluta claridad que será el hombre, aunque herido en el talón, quien aplaste la cabeza de la antigua serpiente, el que ahora está solo y tristemente el antiguo ex-Lucifer (ver Génesis 3:15).

Sólo ahora comprendo la elevada importancia de la raza humana en la historia de todo el universo, y el papel fundamental que yo desempeño en este gran conflicto entre el bien y el mal. No soy un espectador en las gradas, y mucho menos el miserable perdedor que el usurpador mentiroso me quiere hacer creer. No, yo soy el arma secreta del Todopoderoso que pondrá fin a esta triste y sangrienta rebelión aplastando la cabeza del comandante jefe. Y siempre seré yo quien ocupe su lugar en el nuevo orden divino universal.

Fui creado con un significado muy específico y con la tarea más elevada y prestigiosa que cualquier criatura de todo el universo haya recibido del Creador. Soy su arma más poderosa (¡como el ser más cercano al Todopoderoso!) a punto de clavarse mortalmente en la carne del traicionero príncipe de Matrix, decretando así el final definitivo de su injusta y demencial rebelión.

Ha llegado el momento de la victoria, y la consiguiente exaltación, de la raza humana. Sí, el plan divino estudiado hace milenios hasta el más mínimo detalle, un plan en el que yo soy el protagonista, está a punto de cumplirse con una precisión milimétrica, plan en el cual tengo el papel principal.

¡¡¡Pero la gloria y el honor de esa victoria sea para Dios y sólo para Él!!!