La oración que “mueve las montañas” se ha convertido en semidesconocida, mientras que la oración de la tristeza y del sufrimiento se ha convertido en casi la única alternativa. ¿Dónde están el poder, la fuerza y el gozo cuando hablo con mi padre amoroso y omnipotente?

¿Qué han hecho en mi memoria los ejemplos de Jesús cuando hacía milagros, caminaba sobre las aguas, echaba demonios y movía montañas? ¿Todavía estoy sorprendido por la diferencia embarazosa entre los pimeros fans de Jesús y los de los tiempos matrixianos modernos? ¿Cómo puedo imaginar que mirando abajo hacia la tierra, y no a lo alto hacia Dios, me pueda convertir en similar a Jesús y por lo tanto al Padre?

¿No me dice mi estrella polar que me transformo a la imagen de mi Salvador mirándolo a cara descubierta (ver 2ª Corintios 3:18)?

¿Me comporto como un esclavo humillado en carne y espíritu que no consigue ni siquiera a mirar fijamente a los ojos de su padre cuando le habla, o me comporto como un humilde hijo del Rey del universo al cual ha sido confiado el gobierno del planeta tierra?

Ha llegado el tiempo de quitarme de encima la ropa maloliente y sudada que me quiere recordar constantemente que estoy encerrado en una prisión por culpa de mi DEUDA, y me quiero dejar lavar por Jesús, llevando la vestimenta maravillosa que Él ha preparado para mí, símbolo del CRÉDITO ilimitado que me regalará la inmortalidad.

Siento que mi padre quiere que le hable a cara descubierta… ¡qué gozo incontenible!