Cada día Jesús hacía milagros: curaba leprosos, restituía la vista a los ciegos, perdonaba a prostitutas y publicanos cancelando su DEUDA, liberaba a personas poseídas por demonios,resucitaba muertos y llevaba vida y esperanza incluso a los lugares más oscuros y tétricos.

Qué espectáculo debía ser para sus fans caminar con Él por los caminos de Galilea amirando su poderosa obra de salvación y oyendo su mensaje que perdonaba al mundo. En resumen, parecía ser verdaderamente omnipotente. Y de hecho Él decía que lo que hacía venía del Padre, aquél que es omnipotente. En resumen, parecía ser verdaderamente omnipotente. Y de hecho Él decía que lo que hacía venía del Padre, aquél que es omnipotente.

Pero lo más increíble de todo era que, mirando a sus fans directamente a los ojos, decía que incluso ellos habrían hecho obras poderosas como las suyas… es más, todavía más poderosas. Sí, quiero leer las palabras exactas de Jesús referidas por mi estrella polar: “en verdad, en verdad os digo que quien cree en mí hará también las obras que hago yo; y las hará mayores, porque yo me voy al Padre” (Juan 14:12). ¡Loco! Verdaderamente para no creerlo. Sin embargo, sus apóstoles lo tomaron en serio y comenzaron a volar alto como su Maestro. Qué tiempos gloriosos deben haber sido aquellos de los primeros cristianos, en los que cada día se añadían/bautizaban miles de almas sinceras. El príncipe de Matrix junto a todos sus demonios parecía no existir ya. Sin embargo la historia me enseña que estos tiempos gloriosos no duraron mucho.