Una gran prisión matrixiana en la que vivo es el temor de aquello que piensan los otros. Para vivir tranquilo me siento cada vez más obligado por una fuerza invisible y no mejor identificada, a vivir dentro de un recinto mental que mi sociedad define como “normalidad”. Si piensas como todos, la gente te deja en paz porque eres normal. Si en cambio sales del recinto y comienzas a expresar tu inspiración personal, entonces hay problemas.

Como si existiera una clase de fuerza de gravedad que me atrae hacia el núcleo de Matrix representado por su idolatrado “standard”.

Para completar esta cárcel de alcance mundial y universal, los arquitectos de Matrix han creado una población humana llena de guardias carcelarios preparada para agredir a quien se sale fuera de esta norma/standard.

Aquello que sucede a nivel político, económico y religioso. Sí, incluso las instituciones eclesiásticas tienen sus guardias carcelarios (lobos) travestidos de guardianes de la verdad (ovejas).

Existe ya un ejército de guardias carcelarios que se imponen el standard matrixiano recíprocamente.  En pocas palabras, el príncipe  de Matrix está modelándome a un standard preconfeccionado de forma que me pueda gestionar, controlar y dominar más fácilmente. Estos son los fundamentos de una tiranía mundial, una cárcel a cielo abierto en la cual soy inconscientemente prisionero y guardia al mismo tiempo.

Jesús, cuando vino hace dos mil años, caminó fuera de la normalidad matrixiana de sus tiempos, y fue atacado grandemente por esto. Es más, fue eliminado. ¿Qué me hace pensar que hoy las cosas son diferentes? ¿Quién me quiere hacer creer que las guardias carceleras modernas se encuentran de la parte de Jesús?

Debo mirar a la cara a la realidad, admitiendo que incluso Jesús sería etiquetado hoy en día, discriminado y por fin eliminado como un peligroso subversor de la normalidad matrixiana.

Matrix me ofrece su standard, es decir el camino largo de la normalidad. Un camino en descenso y bien asfaltado por el consenso de muchos y de los poderosos. Jesús, al contrario, me sugiere un recorrido que no es conocido por el hombre que confía siempre en otros hombres y en sus instituciones. Un camino estrecho y sin asfaltar invisible al ojo humano, porque se trata de un no camino, un terreno sin asfalto y en subida por causa del abandono del propio YO.

Está en mí decidir si permanecer en esta prisión, o si seguir las huellas de libertad y salvación de Jesús, huellas que no siguen caminos construidos por el hombre, pero que se aventuran por un camino que para el standard matrixiano representa la locura pura.