El atardecer del antiguo faro celeste… un día de luto universal

En un mundo más allá del tiempo, donde los ángeles bailan entre las estrellas, la noticia de una tragedia impensable ha sacudido al universo entero. Lucifer, la primera creación, el ángel más radiante, ha encontrado su fin espiritual. Era impensable que él, el más sublime y resplandeciente de los seres celestiales, que alguna vez fue un pilar de luz y gracia, pudiera sufrir tal declive.

Los cielos, que alguna vez fueron el dominio de una sinfonía perfecta, ahora están envueltos en un profundo dolor. El siempre amado hijo se ha vuelto contra su Padre, perdiendo así la inmortalidad que le fue dada en el momento de su creación, un privilegio divino concedido sólo a aquellos que permanecen en comunión con la fuente de la vida. Este no es sólo el fin de una era para el más brillante de los seres celestiales, sino también el fin de su noble identidad y misión como portador de la luz divina.
Hoy soy testigo del atardecer del antiguo faro celestial. Aunque su existencia se fue desvaneciendo gradualmente, su papel divino como mensajero y embajador del Creador se rompió en un instante. Su manto de luz divina, que una vez lo envolvió en gloria regia, lo ha abandonado, exponiéndolo a su muerte espiritual: una conclusión sin precedentes, trágica, solemne y, lamentablemente, final.

En este día de luto universal se celebra el primer funeral celestial. El hijo amado, antaño el más cercano al trono divino y bañado en su luz, el más semejante al Creador, ha dado la espalda al camino hacia el Padre, transformándose en el más ilustre de los perdidos. Aquel que estaba más cerca de Dios es ahora el símbolo del abandono del amor infinito e inmaculado de su Creador, Aquel que lo forjó a su imagen y semejanza.
Un dolor insondable envuelve los cielos, y todos sus habitantes lloran a su hermano perdido, sin poder comprender cómo el más favorecido entre ellos ha caído tan profundamente, perdiendo tanto la inmortalidad como el radiante manto de luz celestial.
Lágrimas celestiales corren por los rostros eternos, en un dolor nunca antes experimentado. La muerte, intrusa no deseada, ha atravesado las puertas del reino celestial, llevándose consigo a quien una vez fue pináculo de la creación divina y emblema de su carácter inefable y perfecto.

Con nuestro más sentido pésame, nos despedimos de ti, querido hermano, tú que pusiste el sello de la perfección. Padre tuyo, junto con nosotros, tus hermanos humanos y celestiales, derramamos lágrimas de luto por ti.